Confinamiento y libertad

Entre el miedo y el Amor

Este último año parece que un suceso como una pandemia ha tocado de pleno la totalidad de individuos que compartimos este mundo. 
Lo hemos pasado y lo estamos pasando mal, las personas que se han ido, todo lo que ha sido nuestro mundo conocido, nuestro sentido de vivir, nuestras expectativas, nuestras ilusiones, nuestras distracciones, han sido por momentos arrasadas.

Muchos podemos hasta pensar que esto del mundo tal y como lo conocíamos se acaba, vemos que puede ser más efímero de lo que imaginábamos. Si no es en esta pandemia será con cualquier otra cosa. La posibilidad de que desaparezca de un plumazo no parece tan descabellada.

Esta situación convulsa puede radicalizar al humano hacia dos posiciones muy distintas. Los habrá que se sienten “aconsejados” por el miedo, se acorazarán más en sus cuerpos, en sus casas, se harán refugios nucleares y habrá quien saque un pasaje para instalarse en el primer planeta habitable que le sea posible. La idea es “soy el cuerpo y tengo que salvarlo por encima de todo”.

La otra opción viene de la mano del amor, para muchos quizá no ha hecho falta pandemia para escucharla, si bien esta, al igual que otras situaciones insostenibles amplifican la visión de lo que no es. Nos podemos llegar a preguntar si no lo hemos hecho ya, ¿quién soy yo?, sin todas esas cosas que me definen, sin esas aficiones que comparto sin esas reuniones, sin esas salidas sin esos viajes. Parece que, nos han quitado de alguna manera todo ese entretenimiento que habíamos fabricado, y nos quedamos ahora sin un lugar donde agarrarnos, perdemos la noción de lo que creemos ser, de lo que tenemos que defender.

No quiero ser dramático, ¡todo lo contrario!. Pero, es cierto que en este contexto parece que el mundo se estrecha, que buscamos la sanación, la liberación, magnificando, poniendo una lente allá donde nos duele para “darnos cuenta”, nos aprieta para que busquemos la “salida”, y solo hay una, que es despertar a la realidad del Ser que todos Somos.
Por un lado, es un sufrimiento, y por otro una gran oportunidad.

Al igual que el bebé nace cuando ya no tiene espacio, 
el espíritu renace cuando no tiene nada en lo que perderse.

En el fondo, si lo podemos ver así, más allá de la vida fenoménica de nacimiento y muerte. Si lo podemos ver un poco desde arriba sin enjuiciarlo ni razonarlo, esta vivencia nos obliga a apuntar en otra dirección de la que habitualmente estamos enfocados, vemos más de cerca la fragilidad del cuerpo, podemos aún distraernos con cosas, pero podemos ver lo reducido que puede ser nuestro mundo, nos hace mirar para adentro y tratar de buscar la salida, que parece no estar en el mundo.

Hay un confinamiento más estrecho que el domiciliario, y es el sentirnos confinados en un cuerpo, pensar que eso es lo único que somos.

Somos Uno, pero ¿que quiere decir esto? Que no tenemos una identidad aparte. Somos Uno no significa que en algún lugar estamos todos juntos, significa que cuando cada uno de nosotros dice “yo soy”, es el mismo Yo Soy.

A modo de símil, nos podemos imaginar que nuestra identidad Uno es el espacio, soy espacio, y en este espacio se hace una construcción de muchas habitaciones. El espacio es el mismo, sin embargo, los muros con los que se ha compartimentado dan la apariencia de ser muchos espacios distintos y cada uno con características distintas. Yo me he identificado con uno de esos pequeños espacios, me defino por las particularidades que tiene, que me diferencia de los otros, y he perdido la noción de mi verdadera identidad, que es la totalidad del espacio.

No buscar la vida afuera, sino descubrir que la vida es uno mismo.

Desde luego que es un salto abismal en la concepción de la vida, pero también es una gran esperanza para lo que en otras condiciones no la hay, y es que no somos ese individuo confinado y identificado con un cuerpo mortal, que deja de ser cuando se acaba el cuerpo. 
Podemos sentir qué des identificarnos de nuestras cualidades es como dejar de ser, sin embargo, cuando eso ocurre la presencia está ahí, cuando meditamos y hay momentos en los que lo único que queda es la pura presencia estamos des identificados de todo, incluso del cuerpo que creemos ser y sin embargo Yo Soy.

Solo dos opciones, el miedo o el Amor.

Rafael Martiz

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