Toda forma manifiesta reproduce la misma dinámica, una emergencia de esa energía potencial de la fuente, de lo no manifiesto, sin forma, a la manifestación.
La filosofía hindú define los tres principios a los que llaman gunas que rigen la existencia. Ellos los nombran tres deidades o manifestaciones de la energía, el ciclo de la existencia.
Satwa, Rayas y Tamas
Krishna como el principio de la fuerza creadora, Vishnu como la fuerza que mantiene la forma, Shiva como la fuerza destructora, la vuelta de la energía creadora a su origen.
El big bang, la teoría científica más loable en cuanto a la creación del universo parece ser corroborada por multitud de descripciones ancestrales no científicas o en su caso por otro tipo de ciencias que describen el movimiento de la energía desde lo no manifiesto a manifestación.
Este movimiento parece que se reproduce en una recreación continúa, como el impulso eléctrico que enciende una lámpara, una chispa tras otra, ahora hay luz, ahora no hay luz; la manifestación de esa luz no es continua sino que se intercala con la ausencia de luz, pero cuando esto sucede muy rápido nuestros ojos captan la luz todo el tiempo como si este impulso fuera lineal.
El despliegue de la energía
Este impulso de lo no manifiesto a la manifestación es un despliegue de una «energía» única a una multiplicidad de formas, al igual que una luz blanca al pasar por un cristal en forma de prisma se desdobla en toda la gama de colores que contiene, como en un arco iris se muestran las diferentes frecuencias en las que vibra, desde el infrarrojo al ultravioleta.
La luz, la vibración parece ser el soporte de toda forma manifiesta, la radiación de todo tipo, las fuerzas que sostienen el átomo, el mismo pensamiento, la cualidad «electromagnética» de una emoción o la energía más densificada a la que llamamos forma física.
Este tema está muy documentado por la moderna física cuántica, donde se evidencia que lo que nos parecen ser cuerpos sólidos lo son solo dentro de unos parámetros de percepción específicos, a nuestra percepción de ellos en el espectro de nuestros sentidos, pero que si nos adentramos realmente en su estructura, la materia solo es la interacción de cargas de atracción y repulsión entre los átomos, y si vamos más allá de ello, a ver cuál es la materia del átomo, esos protones y electrones resulta que tampoco tienen ninguna consistencia, dentro de ellos no hay nada, todo es energía, cargas de fuerza que se constelan entre sí y dan la apariencia de ser algo sólido. La materia es una «forma en que se manifiesta la energía»
Y el concepto de «Campo» como el telón de fondo que sostiene el universo
El despliegue de esta «energía» única, de esa luz blanca a toda la gama de frecuencias en las que se manifiesta supone un paso, una transmutación de una energía única integrada en sí misma a un despliegue de distintas formas de esa misma energía en una diversidad de frecuencias que aunque siendo cada una distinta de la otra todas siguen perteneciendo, manteniendo conexión y siendo parte de esa energía original, cada vibración sigue estando sostenida por la energía que la crea, por la fuente de donde procede. Aquí podemos hablar del movimiento de la unidad «fuente», a la multiplicidad «forma».
Estas energías se irán combinando y entrelazando de manera que se irán desplegando una ingente cantidad de distintas estructuras, igual que se despliega un árbol en distintas ramas y hojas partiendo de un tronco común, así se despliega el universo en una asombrosa diversificación de formas partiendo de una misma fuente.
En su manifestación parece ser que todas estas energías entretejidas van evolucionando hacia mayor complejidad. Podemos encontrar una imagen clara de esto si hacemos un paralelismo con la música: en el silencio, parece que no es nada pero en el surgen toda la gama de sonidos posibles. emerge una nota y vuelve al silencio, luego otra, y otra; cada una de ellas es una nota limpia, pura, sin estridencias, salen del silencio y vuelven al silencio, luego las notas empiezan a entremezclarse para dar formas más complejas, y más y más. Nos acabamos encontrando con sinfonías compuestas por cantidad de combinaciones de frecuencias, de notas. Ese entretejido musical nos dará formas complejas coherentes, una forma musical en la que las notas armonizan bien entre ellas o bien habrá algún tipo de frecuencia o acorde disonante que convierta la composición en un ruido.
Los seres humanos, como cualquier otra forma manifiesta somos una reproducción del big bang, en nosotros se recrea continuamente ese mismo fenómeno del impulso de lo no manifiesto a la manifestación, de la energía potencial a la forma, somos como la lámpara que necesita estar conectada continuamente a la red eléctrica para recibir su impulso, ese impulso es la fuerza que sostiene y a la que llamamos vida.
Pero no somos solo la lámpara; somos la lámpara, la electricidad que la enciende y la misma fuente de donde surge; somos el cuerpo y también somos la vida que lo anima.
Forma creada y creador es lo mismo