El trauma de la separación
La herida original
El trauma de la separación es una visión espiritual u ontológica que define el núcleo, tanto de la enfermedad, de los conflictos que vivimos día a día, como el de nuestra propia existencia. Marca el origen del mundo dual desde la Fuente, la Unidad que en realidad somos.
En la experiencia de la dualidad nos vivimos como entidades separadas y esta vivencia acarrea fricción: no es la realidad de lo que somos y esto lo experimentamos como una lucha. Tengo miedo de mi experiencia como entidad separada y también tengo miedo de mi fusión con la unidad porque mi aparente identidad se disuelve. Así, el conflicto está servido.
La vida, el espíritu, quiere ser pleno o, mejor dicho, ya es pleno y aunque en nuestra percepción estamos separados de Él, eso no es así. La identidad espiritual que somos está siempre con nosotros, no tenemos más que acallar la mente para darnos cuenta de Quién Somos. Claro que, acallar la mente, deja sin sentido al yo que creemos ser, lo disuelve y a esto le tenemos un miedo atroz, por eso seguimos pensando de manera compulsiva.
Como tengo miedo a perder mi identidad separada, lucho diariamente por sostenerla: mi diálogo interno, mis recuerdos, mis creencias, mi carácter, definen el personaje con el que me identifico, al igual que el actor que se ha estudiado un guion y luce un determinado vestuario. Pero en mi experiencia dual me he cogido a él con tanta pasión que ya no recuerdo quién soy y por lo tanto, ¿cómo lo voy a soltar?
Estoy enfadado conmigo por eso, y a la vez le hecho la culpa a todo el mundo que he recreado en torno a mi personaje. Yo he generado esta situación, estoy confundido y proyecto todo este conflicto a mis relaciones como si fueran las causas de mi problema.
Defender la persona, el individuo, también implica el rol de diferenciarse de los demás. Así el ego, la identidad generada, necesita juzgar, comparar, analizar, luchar o entrar en conflicto con lo que contempla como otros individuos. Hay quien lucha por sentirse superior, otros por sentirse víctimas, el tema es sostener la individualidad.
Esta metáfora pretende ilustrar la herida original, un relato metafísico que define la interfaz, el aparente corte entre la Unidad, principio y final de todas las cosas, y la experiencia humana.
Esta primera y única herida se despliega a modo de fractal y en nuestra proyección la vemos reflejada por todas partes, es el mismo dolor con diferentes caras.
Stanislav Grof hace referencia al inconsciente biográfico, al perinatal y al transpersonal y al hilo temático que los une. Siguiendo este hilo en profundidad, finaliza en el “abismo” que confronta la disolución del ego, la incertidumbre de la propia existencia y el ser o no ser, con la pérdida de la identidad conocida y la emergencia de lo espiritual
Cada cual puede simbolizar de distintas maneras lo que representa el mismo proceso, y cómo en nuestra cotidianidad este tema lo vivimos como rechazo, abandono, no sentirse querido, no ser valorado, no ser aceptado y un sinfín de condiciones que reflejan lo mismo.
Ya sea en las relaciones o en las circunstancias que nos ha tocado vivir, vemos que los conflictos nos vienen de afuera y no nos damos cuenta de que los hemos generado nosotros mismos.
La solución a esto está clara, en Biodinámica ya sabemos que la resolución de los conflictos, o del fulcro inercial, como nosotros lo llamamos, no está dentro de él, sabemos que para que algo se suelte y lo podamos integrar, hay que verlo desde fuera, sin participar, sin juzgarlo.
Recordamos que el conflicto no está fuera, que esto es para sanarnos nosotros mismos, así que esta mirada la podemos utilizar cuando nos sentimos atacados, cuando sentimos odio o envidia hacia alguien, cuando nos sentimos culpables o culpamos, cuando tenemos miedo. De hecho con cualquier cosa aparentemente externa o interna que nos quite la paz.
Esta es la mirada del Espíritu que todos somos, no hay más que apartar los pensamientos y ver.
Por lo tanto, la propuesta es un cambio, de la visión del yo condicionado a la visión del Espíritu.