Mirando por encima del ego


El ego no existe

Todos buscamos, consciente o inconscientemente, ser felices y lo más que logramos encontrar son lo que llamamos “momentos de felicidad”, que no dejan de ser fugaces momentos de satisfacción

y placeres efímeros, que emergen a consecuencia de logros personales o alegrías puntuales. Estos momentos pasajeros se desvanecen igual que aparecieron y surgen otros de malestar, de dolor o de sufrimiento que, afortunadamente, también pasan. Altibajos emocionales que cambian en función de los acontecimientos que vivimos.

En esta tesitura, lo que llamamos felicidad es en realidad un sentimiento inestable que aparece y desaparece dependiendo de determinadas circunstancias. Tratamos de conseguirla por medio del éxito, de triunfar en un área u otra de nuestra vida, y cuando lo hemos alcanzado, nos damos cuenta de que sí, ha sido satisfactorio, pero en realidad, no es lo que esperaba, pues “eso” no me aporta la felicidad, la plenitud y la paz que estoy buscando.

Y es que, como narré en “El trauma de la separación” (ir), el mundo que percibimos es producto de la proyección de la mirada del ego, de ese yo condicionado por el miedo cuyo único objetivo es dar realidad al personaje que creemos ser, por medio de la comparación. Lo que vemos a través de esa visión falseada es un mundo dividido, en el que para que yo gane hay alguien que tiene que perder. 

No es que estemos hartos del mundo, estamos hartos verlo así.

Sin embargo, como ya comenté, hay esa otra mirada, y está totalmente en nuestras manos elegirla. Se trata de un cambio de sistema, no político, ni social, ni de manera de hacer las cosas, si no de pensamiento, de forma de ver el mundo. Se trata de cambiar la forma de ver el mundo.

Para eso tenemos que darnos cuenta de que el ego no es alguien, no existe, es a lo que le atribuimos unas cualidades que llamamos persona, pero, lo que llamamos ego, es una mera confusión del Yo.

El ego no existe, sólo existe el Yo, que puede estar eclipsado, identificado con unos pensamientos y creencias que lo velan, pero el único que está ahí cuando digo yo, es el Yo con mayúsculas, que es el mismo que habita en todo aparente personaje.

No hay un yo inferior y un Yo superior, solo hay un Yo.

La verdadera comunicación no se puede dar a través del personaje, éste da o recibe el mensaje filtrando su contenido y dándole un significadosegún su sistema de valores y sus creencias condicionadas.
En la comunicación sin velos el que da y el que recibe es el Mismo.

Como consecuencia del trauma de la separación padecemos un estado de disociación de la unidad donde el Yo ve a través de las lentes veladas por el miedo, nublando su visión y proyectando la aparente dualidad del Yo que sueña.


La proyección, ese programa informático, ese “other life” 
que he fabricado y con el que me he confundido. 
Unas veces me distraigo y otras tengo verdaderas pesadillas, 
pero me he cansado ya de este sueño y solo busco la forma de despertar

Igual que en un sueño, la proyección surge de nuestro propio interior. Siendo el Yo como la luz del proyector, un elemento permanente y lo que se proyecta son una suerte de variables que conforman el contenido de la cinta: miedos, culpas, odio, y todo lo aquello que vemos, que podemos ver reflejado en los demás y que podemos observar por todas partes, puesto que toda percepción proviene de tu interior: si internamente vives atemorizado, las situaciones que te hagan pasar miedo te aparecerán por todas partes, si te sientes enfadado crónicamente verás como en tu mundo se manifiesta violencia o situaciones que justifican tu enojo, si te sientes víctima encontrarás motivos para victimizarte, si eres sensible a la injusticia la verás por todos lados, lo mismo con la culpa, la tristeza, o cualquier creencia o contenido emocional con los que estés enganchado. Todo se va a proyectar afuera y eso va a ser lo que constituya tu mundo. ¿Quien no reconoce esta experiencia en sí mismo?

Se puede decir que uno mismo se fabrica el mundo en el que vive

Un ejemplo que puede servir de símil para reflejar esto es el fenómeno Internet: lanzamos un impulso, una energía, nos interesamos por algo y, por ejemplo, puede que visualices zapatos, ropa o libros… ten por seguro que te llegarán anuncios de esos objetos en todas las páginas que visites. El ordenador personal de cualquiera refleja fielmente el mundo interno de su propietario, sus gustos, sus intereses, sus aficiones y todos los contenidos de su vida.

Muy gracioso es observar esta dinámica en la utilización de nuestras redes sociales: estableces determinadas amistades, sigues páginas en las que hay contenidos de tu interés y poco a poco se va configurando un entorno afín en cuanto a creencias, intereses y necesidades. Tanto es así que en un momento dado puedes pensar: ¡parece que cada vez hay más gente concienciada de tal o cual tema! o que haya tendencias que obedecen a una determinada preferencia, y es que lo que estás viendo es tu mundo, has contactado con intereses e ideas afines, tu manera de ver el mundo se ve reflejada ahí, estás viendo lo que podríamos llamar tus “testigos”, los reflejos que atestiguan tu visión, tu espejo. Si miras la página y el muro de alguien que no tiene nada que ver contigo puedes observar realmente “otro mundo”.

Cada aparente vórtice de conciencia individual, 
cada personaje proyecta su mundo particular
.

El ego no es más que un filtro, es como una lente más o menos turbia y de un determinado color que selecciona la información y la analiza de manera que proyectamos y percibimos en base a un sistema de valores determinado. Por eso es que al ego no se le puede tratar de mostrar algo, no es nada, sólo se puede comunicar con el Yo, aunque sea mediante la apariencia de palabras que, en si mismas, no tienen valor -Tú no las analizas-. Lo que tiene valor es la energía que contienen, el mensaje encapsulado que encierra y aunque las palabras sean muchas, el mensaje es solo uno, que es de paz, de amor, de alegría, de plenitud, que es la misma sustancia que Yo y ese mensaje lo único que quiere decir es “Somos El Mismo”-

La expresión ¡te veo! en la en la película Avatar, está queriendo decir: veo mas allá de tu apariencia, veo el fondo de lo que eres, te reconozco. Y por lo tanto me reconozco en Ti.

Lo único que existe es Yo o Ser, como le queramos llamar, que es el mismo en todas las aparentes individualidades. 

La verdadera sanación ocurre mirando por encima del personaje que he otorgado a la aparente identidad separada

Mirar más allá de él e ignorar el papel que le he adjudicado, la propia proyección que he interpuesto delante de El, y poder desvelar que detrás de esa entidad que Yo proyecto como algo ajeno a Mí, estoy Yo mismo.

La misma máxima que A.T. Still, fundador de la osteopatía formuló: “Yo amo a mi prójimo porque veo a Dios en el rostro y en su forma”

Una práctica sencilla y potente que proponía Antonio Blay es decir internamente a cada persona, animal, planta o cosa que veamos: TE QUIERO.

La práctica de ¡te quiero! no va orientada al personaje, a la carcasa que la forma aparenta, te quiero es te quiero a Ti que Soy yo también, decir te quiero es decir me uno a Ti, o Soy Uno Contigo

Así pasas a través de la apariencia del personaje, lo pasas por alto, en realidad niegas su existencia y te diriges a la imagen de Ti mismo.

                                                                                                 Rafael Martiz
                                                                                                     
terapeuta

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