Recreando un mundo
Integrar las proyecciones
Hace algún tiempo publiqué “La Integración” (ver), un artículo en el describía el proceso de fragmentación o disociación que se da entre la Fuente Una y la forma manifiesta, describiendo algunos principios de la sanación en Biodinámica, basados en la integración de las partes separadas, en la recuperación de los aspectos rechazados de si mismo.
En este artículo, y en el siguiente, ahondamos un poco más en el concepto de la integración. Nos podríamos preguntar: ¿integrar hasta dónde? En realidad, la integración tiene una dimensión total, no hay un final para la fricción en un individuo. Mientras siga percibiéndose como una entidad separada, seguirá tratando de despertar a la realidad.
Para hablar de la integración, tenemos que ver qué es lo que sentimos separado de nosotros y esto nos lleva a profundizar más el tema de la proyección.
La proyección, un fenómeno muy conocido en psicología, se define como un mecanismo de defensa mediante el que atribuimos a otros aspectos enajenados de nosotros mismos, pensamientos, sentimientos o deseos que no aceptamos de nuestra personalidad y que también proyectamos en los demás o atributos que deseamos, anhelos y virtudes que no nos los reconocemos en nosotros mismos.
Hay muchos acontecimientos que parecen fomentarlo. Por ejemplo, si pasamos por una experiencia que nos deja una huella traumática, ésta nos genera claramente entornos de proyección. En este caso, las memorias inconscientes relacionadas con lo que nos ha ocurrido nos pueden hacer temer cosas que, en sí mismas no son temibles, pero nos hacen sospechar o evitar situaciones que de otro modo no lo haríamos.
Proyectamos los contenidos emocionales que nos han quedado grabados, en situaciones imaginarias.
Las fobias también obedecen al mismo fenómeno y de una manera mas intensa en algunas enfermedades mentales como la esquizofrenia paranoide, donde el delirio puede llegar a grados desorbitados. Recordemos la película “Una mente maravillosa”. Para el que lo vive, el delirio es de una certeza absoluta.
Pero no hay que estar afectado por el trauma o una psicosis para proyectar, también ocurre en las personas aparentemente “sanas”.
En los juegos de rol que se hacen en cursos y en determinados sistemas de terapia, se ve claramente cómo proyectamos afinidades y aversiones, la historia interna. Puedes sentir a tus padres, familiares o a un malhechor en el rostro de compañeros. De hecho, se puede constelar tu mundo interno en personas, en muñecos u otros objetos externos y atribuirles un significado, los sentimientos de rechazo o de afecto que sientes en tu interior y representar este sentir al adoptar el papel de cada uno de ellos. Entonces cabe preguntarnos, cuando yo proyecto en muñecos, por ejemplo, un contenido interno, ¿Cuál es la causa, cual es su origen? Evidentemente la causa está en mí, que estoy colocando esas cualidades, ese contenido de mi mundo interno en los muñecos, que en sí son neutros.
Esto lo hacemos todos nosotros, proyectamos nuestro mundo interno en formas externas.
Entonces, ¿hasta dónde llegan nuestras proyecciones?
Mucha de la literatura espiritual, especialmente la no dualista, apunta a que siendo nuestra naturaleza real la unidad del Ser, todo lo que percibimos como separado es lo que estamos proyectando.
También algunas líneas filosóficas acuñan el término proyección ontológica y hablan del proceso «proyectivo» como el que da lugar a la percepción y conformación del mundo. Desde esta perspectiva no hay nada que no sea proyectado.
¿Se puede entonces decir que soy yo quien está recreando mi mundo?
El trauma de la separación ha tenido consecuencias en mí, me siento una entidad aparte, con una perdida de paz que toma múltiples formas, la preocupación, la ansiedad o el miedo y las percibo como elementos proyectados, fuera de mí, debido al conflicto existente en mi mundo interno, que ha perdido conciencia de su realidad, de la unidad que es.
El conflicto no está en lo que veo ahí afuera, está en mi interior.
Y claro, no puedo arreglar las cosas ahí afuera, no puedo esperar a que algo cambie para sentirme en paz, que es la secreta esperanza que abrigamos – ¡si las cosas fuesen de otra manera! – tengo que hacerlo desde mi mismo porque la causa está en mí.
Estoy viendo e interpretando fuera lo que en realidad está saliendo de mí, pero no se trata de invertir esa visión, sino de ver que es una alucinación, que es mentira.
Para ver así no puedo hacerlo a través de los filtros que definen, interpretan, y dotan de un significado prefabricado lo que veo. Hay que ver con una mirada sin juicio.
Esto es una buena noticia, porque dejo de intentar cambiar y de luchar contra un fantasma en el exterior, me permite hacerme cargo de lo que está en mí, pero por otro lado esto no se puede hacer desde el yo/personaje con el que me identifico, éste que, si no juzga e interpreta, no está, no existe, y de eso es de lo que se trata.
Penetrar en la sensación sentida, es una puerta para la sanación.
Estar en presencia con lo que hay en el momento, sin juicio, sin especulación, sin argumentos, sin historia. Estar con ello solo como observador, es sanador.
Cuando tienes un conflicto y éste lo observas en el cuerpo como una sensación sentida, la mera observación sin juicios, sin historia, sin batallar con ella ni intentar arreglarla, se convierte en una sensación indefinida que poco a poco la podemos percibir cómo una “energía” que se va transformando, sentir como esa tensión o esa sensación o mezcla de sensación y sentimiento se va suavizando. En ocasiones se puede observar que se transforma en calor, en una sensación cálida, en algo agradable, hasta que al final simplemente se expande y desaparece.
No existía, si existía era en base a la energía que la estaba sosteniendo, ¿existía ese remordimiento, existía ese enfado, existía esa culpa, existía ese miedo? Sí, existía en la medida en la que había una historia que lo sostenía.
Si, la historia o lo que es lo mismo, la energía deja de alimentarlo, ese sentimiento o pensamiento o película que nos hemos creado se disuelve.
Por supuesto que aquí hemos cambiado la visión del personaje que recrea y proyecta un contenido interno, al observador que mira de manera neutral, que únicamente observa y acepta lo que es y lo que es, no esta separado del observador, es lo mismo.
El aforismo griego “Conócete a ti mismo” no quiere decir conocer al individuo que eres, con tus cualidades y tus defectos, sino conocer la esencia de ti que está detrás del personaje y en todo lo que percibes.
Rafael Martiz