Sanando las relaciones I

Dar y recibir es lo mismo

Siento que la mejor, o única manera de comprender es la experiencia. Seguro que todos hemos tenido o tenemos la experiencia de que cuando algo cambia en mí, cuando trato a alguien de una determinada manera parece que se transforma, cuando soy amoroso, agradable con alguien, ese sentimiento me viene a mi de vuelta.

Que, en ocasiones, cuando miro un determinado evento, me afecta en mayor o menor medida dependiendo de lo que me implique, en función de la carga emocional que yo pongo en ello. Cuanta mas aversión o rechazo, más lo sufro.

No solo veo el mundo desde el prisma que lo percibo, sino lo veo de la manera como lo he proyectado. Recordemos, no pasan cosas ahí fuera que yo percibo, sino que las cosas pasan dentro y las proyecto en la pantalla del mundo.
Que duro es pensar que el comportamiento que tienen los demás depende de mi propia proyección. Eso es lo que ocurre cuando percibo desde mi yo condicionado, desde la identidad que se siente víctima del mundo, el títere que está a expensas del entorno y afectado por él. Para la visión del Ser eso no significa nada, simplemente no existe.

Cualquier suceso de nuestra experiencia vital es efímero, surge, lo vivenciamos, y desaparece. Podemos vivir intensamente una película, momentos de la historia personal, de la vida de otros o de los sucesos del mundo, podemos experimentar auténticas pesadillas, pero al final, cuando lo hemos procesado y lo miramos en perspectiva nos parece “irrelevante”, una parte de la historia que se fue, desapareció como si de un sueño se tratara.

Pero volviendo a nuestro drama, lo tenemos que ver con claridad, no es de mucho provecho vivir las cosas de manera inercial, inconsciente o disociados, y conformarnos con exclamar ¡el mundo es así! o ¡es ley de vida!, porque la vida es el Ser que nos habita, la realidad que somos, no el mundo que vivenciamos.

Nuestro drama está en el pensamiento compulsivo que recrea continuamente historias, en su mayoría destinadas a sostener la individualidad que creemos ser.
La comparación, el ser mejor que, ser victima de, el tener razón. La percepción dual del mundo nos obliga a decantarnos, a tomar partido, a juzgar que esta bien y que está mal, o quien es mejor y quien peor.

Una buena práctica es observar que pasa por la mente en ciertos momentos. Seguramente descubriremos en multitud de ocasiones diálogos internos en los que recreamos los conflictos de los que hemos hablado anteriormente.
Ver esto sin culparnos por ello es la clave para que todas esas criticas, ataques o temores vayan desapareciendo. Cuando haces esta observación y no reaccionas a ella, cada vez te vas descubriendo antes enredado en esa pelea interna, cuando lo observas y no le sigues el argumento, esto se disuelve.
Estar con lo que hay resulta un sufrimiento cuando la mente interacciona con eso, cuando hay juicio, cuando se buscan explicaciones o reaccionas a ello.
La sensación de paz que produce no tener tanta lucha en la mente es un regalo que no lo valoras hasta que lo experimentas.

Se puede decir que la mayoría de actividades en el mundo de relación con otros o con nosotros mismos está orientada a mantener la creencia de separación.

Dar y recibir es lo mismo *

No todo es conflicto en nuestra existencia, aún percibiéndonos como entidades separadas, el Ser que somos habita en nuestro interior y en muchas ocasiones podemos experimentar los luminosos sentimientos que irradian desde la Fuente Divina que Somos.

Todos los sentimientos positivos de Paz, Alegría, Belleza, Amor, son cualidades esenciales que irradian desde la Fuente del Ser, de hecho, no son algo aparte de El.
Los escribo con mayúsculas porque estos atributos en esencia son incondicionales y eternos. Dios, el Ser, el Espíritu… es Amor.
Lo que solemos vivir como sentimientos positivos son reflejos de lo que en esencia representan. El Amor Divino, no se puede experimentar en su plenitud habitando un cuerpo. Y de igual manera para esas otras cualidades esenciales.

Al igual que proyectamos en el mundo el conflicto interno, también podemos reflejar, el Curso lo llama Extender, esas cualidades esenciales que resplandecen desde el Ser a través nuestro hacia los demás.

Todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy *

Todo me viene de vuelta, porque todo me lo estoy dando a mi mismo, el Espíritu que anima al otro es el mismo que Yo Soy.
Por esto la mención católica que dice “trata a tu prójimo como a ti mismo”. No por ser una mejor persona, sino porque eres lo mismo.

El perdón que nos propone el Curso nos invita a no ver al otro como algo diferente, como un oponente, como un opuesto, nos invita a ver más allá de la apariencia.
Más allá de esa fachada podemos contemplar el Ser que todos somos, así que ya no hay un opuesto, ya no hay de que defenderse, ya no hay a quien atacar, lo que se puede ver a través del otro es lo que uno mismo Es, así que eso es lo que significa ser Uno.

Nos podemos preguntar, ¿que son en sí las relaciones?
Vistas desde la perspectiva del ego, del juicio, del miedo y de la culpa, son los testigos que dan fe de la separación.
Si las miramos desde la visión del Espíritu, desde el no juicio, desde el Amor, son los testigos que dan fe de la Unidad.

La Divinidad en ti la ves reflejada en otros, el Ser se llama a si mismo.

Rafael Martiz

  • Citas de Un Curso de Milagros

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