La revolución de la conciencia
Hacia una revolución interior.
Esta idea se gestó en la época hippie. Mientras había los que abogaban por cambios en la política y en el orden social, había quien proclamaba que la revolución viene desde dentro, que no se puede cambiar nada ahí afuera si realmente uno no ha sido revolucionario dentro de si mismo y se ha emancipado, de la “dictadura del ego”.
Siendo honestos podemos reconocer que la mayor parte de nuestra actividad, de nuestros pensamientos y de nuestras reacciones están condicionadas por nuestro aprendizaje y responden a las memorias de las experiencias que hemos vivido.
Cuando ves que la mayor parte de tus actividades están dirigidas por impulsos automáticos y robotizados realmente dan ganas de salir corriendo. Que la cultura tiene más que ver con la adaptación a un sistema de valores y de creencias que a conectar con la verdad de lo que somos.
Este último año hemos podido ver los sumamente influenciable que puede ser la mente humana.
Por miedo, nos pueden hacer creer una cosa y la contraria, vemos que la repetición incesante de una consigna puede convertir una mentira en verdad.
No es que haya alguien que nos engaña, es que nos engañamos nosotros mismos, con nuestros absurdos juegos.
El juego de soldaditos, del bueno y el malo al que jugábamos en nuestra infancia lo seguimos repitiendo aún de mayores.
Parece que inevitablemente vemos lo qué queremos ver, y experimentar lo que queremos experimentar, o más bien, lo que necesitamos experimentar para reaccionar.
Nuestra mente condicionada nos manipula
Nos creamos nuestra propia realidad, nuestro mundo puede ser como queramos que sea. Una clara evidencia de como vivimos lo que creemos lo podemos ver en lo que le está ocurriendo a muchas personas como consecuencia de dejarse arrastrar por informaciones vinculadas al miedo.
Parece ser que se están generando una gran cantidad de trastornos psicológicos, de angustia, ansiedad, depresión, fobia social, miedos a salir de casa, miedo a acercarse a otros, y toda una serie de rasgos paranoides que han surgido a consecuencia de unirse a ciertas creencias gestadas por el miedo.
En estos tiempos parece que recreamos El trauma de la separación (ver) a niveles máximos.
El aislamiento que producen los confinamientos, las familias y amigos que no se pueden ver, la gente con la cara tapada mirando a los demás con miedo, recelo y desconfianza. ¿Cuánto más nos podemos aislar?
En Biodinámica decimos que la enfermedad se origina debido a la “desconexión” de la totalidad, y eso es precisamente lo que se está potenciando con todas las consignas y remedios que estamos utilizando para afrontar el problema que se nos plantea.
El miedo es el precursor del estrés, es la emoción que más comprime, la que más aísla. El miedo contrae el cuerpo, los tejidos y los sistemas orgánicos, además, deprime el sistema inmune, y ese es el preámbulo de la enfermedad.
La culpa es el otro gran aliado del ego. ¡O la culpa la tienes tú, o la tengo yo!
La gran estrategia de la separación es que para que uno gane, otro tiene que perder, para ser yo mejor, tiene que haber otro peor.
No puedo decir que soy bueno si no hay enfrente un malo. Y de esta manera le doy crédito absoluto a que mí yo es individual, a que me tengo que proteger del entorno y que me valgo de mis propios medios para existir. Y eso da miedo, ¡como no va a darlo!
Esto no es nuevo, es lo que experimentamos en nuestra existencia como humanos, pero es que ahora parece que hay una lupa gigante mostrándonos eso en una dimensión insólita.
Y, desde luego que en la experiencia de la vida no hay nada negativo, aunque lo parezca, así que quizá sea esta una gran oportunidad para que lo veamos más claro.
Lo primero de lo que uno tiene que darse cuenta para liberarse -sanarse-, es ver que está encerrado -enfermo-, entre los límites de los muros del ego. Para ver eso simplemente hay que pararse un momento y prestar atención a nuestra mente y darnos cuenta de “quien es el amo” ahí.
Percatarnos de lo susceptible que es “nuestra mente” a las influencias de las creencias y la paranoia colectiva basadas en el miedo y la culpa, es clave.
Este artículo sigue la idea del artículo anterior “Confinamiento y libertad” (ver), …
Ser anti-sistema de pensamiento del ego
El “activismo espiritual” en estas circunstancias es una inestimable oportunidad.
Siempre es buen momento para agitar las conciencias, para tratar de sintonizar con nuestra verdadera naturaleza, pero este momento parece ser clave, sugiere la existencia de un gran megáfono diciéndonos a gritos que despertemos.
No se trata de hacer frente a ningún “poder” externo, que de hecho es lo que solemos hacer, y no necesariamente a los poderes establecidos o a las grandes corporaciones, sino que también estamos en lucha con vecinos, conocidos y con familiares.
La idea es encarar al aparente poder que le hemos otorgado al ego.
No es que tenga poder, es que le hemos dado valor, nos lo hemos creído, y nuestra mente se ha puesto a disposición suya, de un sistema de creencias programado.
Y, ¿como hacemos para conectarnos con la fuente, con el espíritu?
No hay que conectarse con nada, el Ser que somos está siempre presente, estamos siempre conectados, es lo que somos, si no lo estuviésemos no estaríamos vivos.
Pero nuestra atención está puesta en el disco rallado con el que funcionamos.
La idea es desconectar de la mente inercial grabada a “martillo y cincel”, esta se realimenta mediante el juicio y las consignas de diferenciación.
Mientras nos sigamos identificando que somos lo que esa mente -que piensa sola- dice estamos a expensas del ego.
Desconectar del ego no es pelearse con nada, se le puede observar enredándose en pensamientos y creencias sin sentido y no seguirle el juego.
Simplemente, lo puedo ver, pero Yo no soy eso.
La verdad de nuestra identidad es incuestionable, no es un credo, debe ser una experiencia interna, una certeza que apunta y guía. Y es la misma para todos.
Solo cambia la lengua, las imágenes, la simbología, la manera en que cada cual se conecta con el Ser que nos une.
Rafael Martiz