La Biodinámica como práctica espiritual
A finales del pasado 2019, comencé a estudiar y practicar de manera autodidacta las enseñanzas de “Un curso de milagros” (Schucman y Thetford, 1975).
Lo tengo entre mis libros desde hace quince años, cuando lo compré, empecé con las primeras lecciones y lo dejé. Pensé que en aquel momento no era para mí, además de que el título, su lenguaje religioso y su enfoque cristiano me generaba rechazo. Por algún motivo este año lo busqué y me entregué a su estudio y la práctica. Ante la sorpresa de encontrar un contenido que me ha mostrado una síntesis y clarificación de otras vías que he explorado, como la meditación y la filosofía Vedanta, el chamanismo, los enteógenos y, cómo no, la Biodinámica.
Siempre he pensado que más allá de la Biodinámica no hay más, que todo lo que podemos profundizar en nosotros y nuestra existencia está ahí, que todo lo que queramos llegar a descubrir lo podemos hacer profundizando en ella. Y así es para mí. No obstante, en “Un curso de milagros”, he encontrado otros símbolos de una verdad que apunta a la misma dirección de lo que nosotros conocemos como Biodinámica con la aportación de una extraordinaria lucidez y profundidad.
La Biodinámica, aunque vaya precedida de la palabra terapia la entiendo como una práctica espiritual, y la curación es una consecuencia de esta práctica, no un fin.
En ucdm he descubierto que las mismas habilidades que utilizamos en la consulta con otros las podemos utilizar con nosotros mismos y hacer que la práctica terapéutica se convierta en una práctica espiritual más consciente.
Asentándonos. Expandiendo la conciencia
La práctica del asentamiento nos lleva experimentar de que no estamos confinados en un cuerpo. Cuando nos aquietamos y nos sentimos en el espacio interno del cuerpo, al poco tiempo y sin esfuerzo nos descomprimimos, nos damos cuenta de que la conciencia de Ser va más allá de las fronteras corporales, que somos individuos más integrados, más presentes y más centrados, estamos en nuestra biosfera, en lo que llamamos Marea de Potencia. Sigo siendo un yo individual que literalmente envuelvo, arropo mi cuerpo físico. Continúo identificándome con la forma, aunque mi sentir como cuerpo ya es más difuso, mi identidad es una forma más expandida, un cuerpo energético más libre de fronteras.
Un paso mas allá en nuestro asentamiento, un aquietamiento más profundo nos lleva a experimentar una mayor expansión, gradualmente podemos sentir que nuestra atención/conciencia se amplia abarcando dentro de ella todo lo existente, otras individualidades, objetos, sonidos, sensaciones, pensamientos. Nos sumimos en un estado expandido de conciencia en el que nos seguimos sintiendo yo, pero este es un yo que no puedo identificar con un cuerpo, con unas creencias, con una historia. Es un yo que percibe, pero sin juicio, y al no emitir este juicio, cualquier cosa que eventualmente se enfoca, se disuelve en el campo, desaparece.
Ésta ya no es una experiencia personal ya que el yo -ego- con el que ordinariamente me identifico no está ahí.
Tal y como lo podemos experimentar no es un fenómeno que nos ocurre, no es una energía que está fuera de nosotros y que nos da vida, es la verdad de lo que somos, somos la vida, somos ese Yo, Ser o Espíritu que anima el vehículo físico con el que acabamos confundiendo nuestra identidad. Somos el Espíritu que se expresa en el mundo manifiesto.
Este breve recordatorio del asentamiento nos sirve para explorar y clarificar, a mi entender, los diferentes estadios de conciencia y de percepción.
Mike Boxhall, profesor de todos conocido, hizo alusión a la percepción de las mareas de esta forma: “Hay una marea. Estoy en la marea. Soy la marea”.
A mi entender, y en otras palabras es equivalente a decir: Hay un espíritu -siento que existe, pero está aparte de mí-. Estoy en el espíritu -siento que formo parte de él, como una parte más-. Soy el espíritu -me reconozco como Ser–
¡Quítate del medio!
En Biodinámica Craneosacral tenemos esta habilidad para aquietarnos, centrarnos y expandirnos, es el modo mediante el que accedemos a un estado de conciencia de no juicio. Cuando se observa sin juicio no está el yo -ego- que es el que juzga, éste se ha “quitado del medio” como decía Rollin Becker.
Y cuando se quita el yo -ego- del medio, ¿Qué yo es el que creo ser?, ¿Cuál es mi identidad?, ¿Quién es el que percibe?
Percibe el Yo, la Mente unificada que compartimos, que Somos. Un estado de conciencia que percibe de manera inclusiva, en el que cualquier manifestación separada que emerge, como un sentimiento, un pensamiento, una condición de conflicto o tensión o lo que llamaríamos un fulcro inercial, se observa, se acoge y se integra, de manera que se disuelve en esa percepción de unicidad.
En la terminología de ucdm se habla del Espíritu Santo como el vehículo de percepción entre el Cielo y la tierra, el puente entre lo Divino y lo humano, la vía de comunicación entre la Fuente y la forma.
Es la visión en la que el Ser, la Mente Única puede observar, puede redefinir y resolver las fricciones que se manifiestan en la dualidad, resolver la dualidad misma, reintegrar los aspectos disociados, separados de la unidad.
Marea larga es el nombre con el que en Biodinámica expresamos esta conciencia de Ser, ese es el lugar donde no hay patología, esta capacidad de ver que integra las formas, que lo hace todo uno.
Hasta aquí estoy redefiniendo nuestra práctica de Biodinámica, cuáles son nuestras habilidades y cómo nos acercamos al Otro, como Otro. Sin embargo, y esto es lo que quiero llegar a mostrar, la antigua sospecha de que cuando uno trabaja con otro, no es exactamente con otro con quien está trabajando sino consigo mismo, se me ha confirmado y hecho patente a través de ucdm.
Buscamos nuestra propia sanación
Tanto en consulta como en mi vida personal comprendo que todos los conflictos proceden de las relaciones (de pareja, familiares, con los/as colegas de trabajo, con la gente en general, también con las situaciones y las cosas, con la economía, con la vivienda, con la situación de vida) y todo eso es lo que conforma un patrón interno, una forma condicionada, un conjunto de tensiones que tiene que ver todo con ese aparente exterior y el cómo nos relacionamos con él y que curiosamente cesa con el asentamiento o con la meditación.
Cuando cesa el pensamiento y nos centramos, cesa la relación con las cosas y cesa el conflicto. Todos los conflictos entrañan temores, culpa, resentimiento, celos, inseguridades, envidia, enfado y a todo tipo de tensiones que están sujetas a los propios pensamientos, a las creencias, a lo que vivo del pasado y a lo que auguro del futuro. Me doy cuenta de que mi propia percepción está condicionada a este pasado y a estas creencias y en base a ello puedo sentir que como individuo estoy totalmente condicionado, que no soy en absoluto libre en ese estado de individualidad.
Todo esto quizá es Perogrullo para un terapeuta, pero este “individuo” lo llevamos todo el día encima y nos hace la vida difícil, ¿Qué hacemos con él?
“Un curso de milagros”, te dice que todos esos conflictos no están fuera sino que están generados por “uno mismo” cuando se está en un estado de conciencia de yo personal, individualizado y separado de la conciencia de unidad. Que el yo -ego- con el que nos identificamos es una ilusión que mantiene una parte de la Mente Una en la creencia de ser una individualidad aparte.
Es decir, que realmente todo lo que experimentamos en el exterior es la proyección de nuestro conflicto interno reflejado en el entorno.
Escribiendo esto me doy cuenta de que es la misma cantinela que he escuchado durante muchos años: las relaciones son espejos, la vida es Maya, la vida es un sueño, tus mayores enemigos son tus mejores maestros, o incluso el somos Uno, que acaban todo siendo palabras que se sitúan tan alejadas de la comprensión de la mente humana que las dejamos a un lado. Y, en realidad no es con la mente humana con la que lo podemos comprender.
Quizá todo esto parezca dramático, pero de hecho no estamos señalando a lo que somos, ¡estamos señalando a la carga que llevamos!
Mirar sin juicio es lo que sana, a eso se le llama perdón
Ucdm propone un cambio de visión, realmente te propone salir de ese yo, de ese sujeto que juzga las cosas en base a creencias y pensamientos condicionados para poder mirar desde una visión sin juicio, pero no solo a los pacientes/clientes que percibo fuera, sino a todos, presentes, pasados, ausentes o imaginarios que viven en mi interior y los vivo con lazos de culpa, de resentimiento, de apego o de miedo, y tratar de mirar por encima, mirar más allá de la forma, más allá de la apariencia, y eso es algo que ya estamos haciendo en nuestra práctica.
Este cambio de visión está fundamentado en lo que el Curso llama el perdón.
El perdón es observar sin juicio, es exactamente la práctica de la que estamos hablando.
El perdón implica entregar el conflicto a la visión del Espíritu Santo, que es, como decimos en Biodinámica, llevar el problema, el dolor, a la Salud, al lugar donde no hay patología, a la Marea larga y la quietud.
Es por eso, porque ya tenemos estas habilidades, por lo que quería proponer esta práctica a los terapeutas de Biodinámica. Se trata solo de darse cuenta y reconocer que nuestras relaciones están fundamentadas en la proyección de nuestro mundo interno y así podernos sanar a nosotros mismos con las habilidades que ya utilizamos en el trabajo terapéutico en la consulta.
De hecho, a lo largo del confinamiento que hemos tenido, he tenido la oportunidad de observar que, a pesar de no poder hacer un trabajo en consulta, hay una multitud de clientes y de temas pendientes en mí, a los que he podido… ¡dar hora! … y perdonar.
La sanación de los demás
reside en mi propia sanación, y viceversa.
El Curso habla del Espíritu Santo como el Maestro interior, esta es la visión que da luz, que percibe más allá de la estrechez del yo separado y condicionado que es con el que estamos habituados a “ver”. El, ve más allá de las formas.
Esta percepción no es una visión neutral anodina, es una visión en la que se viven y se expanden las cualidades esenciales de la unidad, el Amor, la Paz, la Dicha, la Luz, que son el cuerpo de la Mente Una.
Esas dos visiones, la del ego y la del Espíritu son los únicos modos de percibir que hay, y tenemos capacidad de elección. Percibir desde el ego es hacerlo desde la separación y el miedo, por lo que todo está teñido por el. Percibir desde el Espíritu es hacerlo desde el Amor, y todo estará bañado por Él.
Lo podemos llamar Integración o Amor incondicional, que es el cuerpo de la Unidad.
Rafael Martiz www.midlineinstitut.com
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